lunes, 27 de diciembre de 2010

Espero sentada en la parada de autobús. Aparece una señora arrastrando un árbol de Navidad enorme. Abulta casi tanto como ella. Se sienta a mi lado extenuada. Del árbol se han desprendido bolas de un rojo intenso y brillante, marcando el camino indudable que hasta aquí han seguido estos pasos cansados. Una multitud variopinta se acerca. Como si de una manifestación se hubieran perdido, caminan unidos, alzando sus manos y mostrando una bola. Una mano, una bola. Se agolpan todos en la parada y esperan, contemplando el gesto de su iluminada. Ella me habla:

-         ¿El 99 pasa por aquí, verdad? Debo llevar este árbol al otro lado del río y plantarlo. ¿Se ha dado cuenta? Le crecen las bolas, como las manzanas al manzano, como las peras al peral. Esta gente me persigue.
-         ¿Por qué?
-         Unos, para devolverme las bolas que han recogido a mi paso. Otros, para darme las gracias. Creen que soy alguien y no soy más que una pobre mujer que ha tenido la desgracia de encontrarse este árbol con instrucciones. ¿Usted cree que el conductor me dejará subir?
-         Yo creo que sí.
-         No sé si cabremos.
-         ¿Qué hay del espíritu navideño? Donde caben cinco caben seis.

Llega el autobús y se abren las puertas. La señora, el árbol y la prole hacen ademán de entrar, pero el conductor lo impide.

-         Lo siento, no pueden subir. No caben.
-         Por favor, debo llegar al otro lado del río lo antes posible.
-         Está bien. Haremos una cosa. Que suban los negros.
-         ¿Cómo que los negros? ¿Y los blancos?
-         Está bien. Que suban los hombres.
-         ¿Cómo que los hombres? ¿Y las mujeres?
-         Está bien. Que suban los bajos.
-         ¿Cómo que los bajos? ¿Y los altos?
-         Está bien. Que suban los jóvenes.
-         ¿Cómo que los jóvenes? ¿Y los viejos?
-         Está bien. Que suban los flacos.
-         ¿Cómo que los flacos? ¿Y los gordos?
-         Está bien. Que suban los feos.
-         ¿Cómo que los feos? ¿Y los guapos?
-         Está bien. Que suban los tontos.
-         ¿Cómo que los tontos? ¿Y los listos?
-         Está bien. Que suban los locos.

Y subimos todos tan contentos con nuestra bola en la mano, ansiosos de cruzar el río y plantar el árbol.

1 comentario:

  1. Precioso, cándido y atinado texto amiga. Te felicito. Un abrazo.

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