Te encuentro en el bar, leyendo el periódico, tomando café. Pido un cortado y me siento contigo. Preguntas qué tal va todo y respondo que mal. Han matado a mi jefe y sospechan de mí.
- ¿Tenías razones?
- No me faltaban. Era un cabrón. Pero soy incapaz de matar una mosca.
- Yo he matado unas cuantas. También cucarachas, culebras y ratas.
- ¿Y no te da cosa?
- Más cosa me da que me invadan.
- A veces es mejor acabar de raíz con el problema.
- Inevitable y necesario.
- ¿Has matado gatos?
- Gatos nunca. Jamás me invadieron.
Revuelvo en mi bolso en busca de tabaco, pero aquí no permiten fumar. Además, lo he dejado, aunque mis pulmones, mi cerebro y mis dedos se nieguen a aceptarlo.
- ¿No tendrás un cigarro?
- Yo no fumo. No me gusta dejar huella. No comprendo cómo algunos criminales van dejando colillas alrededor de sus víctimas. Son estúpidos.
- Hay de todo en la viña del señor.
- ¿No te despidió ayer tu jefe?
- Sí. Me dijo que lo sentía mucho, que estaba encantado con mis servicios, pero ya no los precisaba.
- ¿Y qué hiciste?
- ¿Qué voy a hacer? Recoger mis cosas, cagarme en su madre y esperar la liquidación. ¿Qué hubieras hecho tú?
- Yo hubiera esperado a que se quedara solo. Me hubiera puesto unos guantes de látex, en la cabeza una media de nylon y habría entrado en su despacho. Habría apagado las luces y con voz de fantasma le habría dicho que durante estos últimos años, debería haber mirado más tu cara y menos tus tetas, que debería haber dejado que salieras antes por las tardes para poder verte yo y no tanto él. Le hubiera clavado un cuchillo y allí le habría dejado muriendo.
Mis manos furiosas agitan el bolso. Necesidad de nicotina para paliar el momento. Te levantas y pagas. Te diriges a la puerta y me adviertes.
- Hay un tipo en la barra que te está vigilando.
- Yo no he hecho nada.
- Te has encontrado conmigo.
Te marchas. En mi bolso no hay tabaco. En mi bolso hay un cuchillo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario