miércoles, 2 de febrero de 2011

EL OJO
Desde que le pasó lo del ojo, Laura no tiene suerte. Busca trabajo y no encuentra. En todas partes le cierran la puerta. ¿Qué pasa? ¿Detectan su rebeldía? ¿Su punto de vista inconformista y radical? No lo cree. Ella adopta la pose de mosquita muerta, de que todo le parece bien. Tiene que tragar y pasar por el aro, necesita el empleo. La economía aprieta. Camufla su verdad detrás de una sonrisa que, al no ser franca, resulta estúpida. Ella lo sabe, pero no puede remediarlo, ésa es su táctica cuando se enfrenta al mundo cuadriculado en el que tiene que acoplarse. Necesita que la contraten. No lo consigue. ¿Será por el ojo?
La han llamado para otra entrevista. Y ya es mucho, teniendo en cuenta que ha enviado docenas de currículums. Tiene que aprovechar esta oportunidad. Disfraza su cuerpo con el traje-chaqueta gris perla que detesta y que guarda en el armario para estas ocasiones. Se prepara para el acontecimiento, colgándose pendientes, pintándose la cara y dando forma a su flequillo con el secador para que de modo aparentemente casual caiga sobre su ojo, tapándolo a ser posible.
Ha cogido el autobús y ya está frente a la empresa. Fuma un pitillo para calmar la ansiedad y después mastica chicle de menta unos segundos para no oler a nicotina. Tira el cigarro, escupe el chicle y entra. Sube al ascensor, pulsa el cinco y mirándose al espejo, recoloca el mechón inquieto que no obedece a sus deseos. Maldice el día en que le ocurrió aquello.
La recepcionista guía a Laura por los pasillos hasta una sala donde la insta a acomodarse y esperar. Al rato, aparece otra chica, con pelo corto, ojos verdes, nombre vasco y gafas de montura indiscreta; de rango superior, sin duda, por sus andares y trato con la primera. Tiene la lección bien aprendida porque, además de sentarse con soltura y profesionalidad en la silla giratoria, de carrerilla y sin titubear, enumera las maravillas de la compañía, realzando la importancia superlativa de su cometido en esta sociedad, y, cómo no, informando a Laura del privilegio que supondría para ella formar parte de una plantilla muy bien avenida, a la que se obsequia con una estupenda cesta en período navideño. Haciendo bailar un bolígrafo entre sus dedos de forma exasperante, Izaskun, que así se llama, finaliza el discurso y empieza con las preguntas, muy inteligentes y oportunas, a su juicio, intentando escudriñar en lo más íntimo de la psicología de Laura para averiguar si se trata de una persona válida y eficiente para el digno y cotizado puesto de secretaria del jefe.

-  ¿Cómo sería tu jefe ideal?
-  Joven, rubio, con los ojos azules y sin corbata.
-  ¿Cuáles son tus mejores virtudes?
-  Soy una persona muy lista, con don de gentes, organizada y muy puntual.
-  ¿Y tus defectos?
-  Ahora mismo, no caigo…
-  ¿Crees que tu perfil podría encajar con el perfil de chica dinámica, habituada al trato con el cliente, con poder de decisión,...que buscamos?
-  Por supuesto. Mi perfil ha sido siempre un perfil griego muy adaptable.
-  Estás en edad fértil, ¿tienes pareja?
-  No.
-  ¿Te gustan los niños?
-  Nada.
-  ¿Fumas?
-  No.
-  ¿Disponibilidad?
-  Ya mismo.

Un cosquilleo nace en el estómago de Laura. La rabia se apodera sutilmente de su cuerpo y su alma empieza a rebelarse. Pero aún puede controlar. Aún puede. Desconecta por un momento del discurso frívolo y cínico al que ella misma se somete y consiente. Se pierde. Su pensamiento la transporta a tiempos mejores, tiempos remotos, de luz y de gloria. Tenía novio. Un hombre guapísimo y bueno, con garantía de ser un padre excepcional. Tenía trabajo. Un empleo estupendo y bien pagado. Tenía cara. Una cara simétrica y armónica. Pero cometió un error y lo perdió todo. Y ahora está aquí, en el lado oscuro, manteniendo el tipo mientras esta imbécil la avasalla con preguntas repugnantes.
De repente, la voz de Izaskun retoma el protagonismo en la sala y, como una puñalada trapera, se clava en el tímpano de Laura:

-  ¿Qué te ha pasado en el ojo?

Un instante de silencio. De tragar saliva y simular que no ha oído.

-  ¿Qué te ha pasado en el ojo?

Ah, no. Esta intromisión es inaceptable. Laura no puede tolerar la impertinencia de esta fisgona. Quisiera, pero no puede. Es superior a sus fuerzas. Duele demasiado. La gente no suele preguntar. No se atreve. Obvian la evidencia. Son cobardes. Y los que sí se atreven, son, o gilipollas, o tan valientes como para aceptar cualquier consecuencia, o cándidos samaritanos que se creen capaces de consolar almas en pena.  Izaskun es de las primeras, boba de pacotilla. Laura fue del tercer tipo. Se creyó con el don divino de apaciguar males ajenos; crédula vanidosa. Pero ya escarmentó.

-  ¿Qué te ha pasado en el ojo?
-  No voy a responder.
-  Una buena secretaria tiene respuesta para todo.
-  Métete a las secretarias y a sus respuestas por donde te quepan.
-  Responde, ¿qué te ha ocurrido?
-  Es mejor que no lo sepas.
-  ¿Por qué?
-  Créeme, yo de ti, preferiría no saberlo.
-  No entiendo el motivo.
-  Hazme caso y calla.
-  Dímelo. Estoy curada de espanto.
-  No insistas, te lo advierto.

Venciendo su instinto primitivo y visceral, Laura es capaz de razonar y darle otra oportunidad a quien considera dañina y chupaculos. Por un momento, Izaskun parece haber comprendido, todo un respiro para Laura, quien no desea más problemas. Sólo pretende un empleo. La otra, sin embargo, es más tozuda de lo que pudiéramos pensar. Una deslenguada que cumple órdenes del jefe y que, de vez en cuando, se permite la licencia de actuar por libre y dar rienda suelta a su yo profundo, en este caso, su yo curioso, mientras el bolígrafo sigue bailando entre sus dedos largos y acróbatas. Laura también preguntó, en su día, en un despacho estupendo del cual se creía dueña. Se inmiscuyó sin reparo en la calamidad de una pobre mutilada. Y le costó caro. Ahora ella es la otra. Con morbo y obscenidad esperan esos ojos verdes como el mar una respuesta. Ojos bonitos detrás de gafas feas.

-  ¿Qué te ha pasado en el ojo? – insiste la boba, grabando ya ineludiblemente su destino inmediato.
-  Si quieres saberlo, quítate las gafas.
-  ¿Para qué?
-  Para verte mejor.

Izaskun obedece y Laura le arrebata el bolígrafo que la lleva incordiando todo ese rato, dándole ideas, torturando su espíritu, recordando el hecho terrible, el acto malvado. Ella lo imita. Hace suyo el pecado. Unos ojos perfectos la miran, expectantes, la interrogan, impacientes. Laura se levanta, alza la mano y con gesto rápido y preciso penetra la pupila izquierda con el bolígrafo bailarín. Ahí queda clavado, en un océano verde y precioso.

Relato publicado en el nº244 de Letralia.com

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