sábado, 8 de enero de 2011

-     Mamá, ¿cómo han hecho los Reyes para traerme la bicicleta?
-     Son mágicos.
-     ¿Por qué?
-     Porque ayer se levantaron a las siete de la mañana y trabajaron durante diez horas. Después se enlataron en el metro para llegar a  casa cuanto antes y sin siquiera quitarse el abrigo y las botas, comieron un bocadillo improvisado con los restos de la cena. Un pipí rápido y salir otra vez escopeteados, confiando en que su memoria les guiaría hasta el lugar exacto donde estaba el coche. Es lo que tiene aparcar en la calle, uno nunca se acuerda dónde lo dejó. Localizado al fin, han conducido hasta los grandes almacenes y casi atropellan a un ciclista. Han pensado entonces que tal vez no fuera tan buena la idea de regalarte una bicicleta. Hay mucho loco al volante. Ya en la tienda, han corrido hasta la sección de deportes y han sido testigos de cómo otros reyes magos se llevaban para otro niño la última bicicleta. Agotadas las existencias. Puñalada en el hígado. Pero raudos e imbatibles, se han trasladado hasta otros grandes almacenes y el dependiente les ha informado de que ya no tienen bicicletas en oferta, pero les queda una que es maravillosa y que cuesta el doble. De acuerdo, responden los reyes, tiraremos la casa por la ventana. Seguirán las restricciones en nevera y paladar.  Pasan por caja y pagan su compra. El manillar y los pedales son caprichosos y no quieren entrar en el maletero. Abatiendo los asientos, calculando dimensiones e implorando un milagro, lo consiguen. Conducen de vuelta a casa y esconden tu regalo en la galería, tapándolo con una manta, con la esperanza de que no lo descubras cuando vuelvas, de que no tires de la manta, de que no preguntes qué hay debajo, de que no se te ocurra salir a la galería. Después parten hacia casa del abuelo para recogerte y regresáis a vuestro hogar. Los reyes te hacen la cena y dices que no te gusta este puré de verduras, que lo notas diferente y ellos confiesan que han añadido garbanzos. Te comes la mitad y peleando contigo consiguen ponerte el pijama y que te laves los dientes. Preparáis juntos una bandeja con galletas, zanahorias, lechuga y un poco de pan para los camellos porque te han dicho que llegarán hambrientos. Y tú decides ponerles agua para colmar su sed. Te leen el cuento de los tres cerditos porque saben que es tu preferido y te acuestas. Pero la emoción no te deja dormir y con tu llanto tú no dejas a los reyes que cenen, que descansen, que lo dejen todo listo… Cuando de puro agotamiento te duermes ya, los reyes te dan un beso de buenas noches y proceden a envolver tu bicicleta y colocarla junto al árbol. Devoran ellos mismos las galletas, las zanahorias, la lechuga y el pan, porque prefieren dormir antes que cocinar y allí mismo caen redondos, presos de la magia y el absurdo, todavía con el abrigo y las botas puestas.
-     Mamá, ¿y tú por qué no te has quitado las botas y el abrigo?
-     Porque ayer me levanté a las siete de la mañana y…

1 comentario:

  1. Buen relato. Claro, conciso, divertido, y dolorosamente real como la vida misma. Un todo en uno, vamos.

    Felicidades por el texto.

    ResponderEliminar